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De gatos, ratones y Moscas

Cuando, en agosto de 1997, el PAN aceptó formar parte de lo que ha sido llamado "alianza opositora", "bloque opositor", "G-4" o, muy tontamente, "mayoría opositora" de la Cámara de Diputados, me pareció ingenuo, amnésico y peligroso que ese partido cerrara un ojo a la calidad democrática de los socios con los que se aliaba. Ingenuo, porque no era para nadie un secreto —ni siquiera para el Tatita de los calcetines caídos— qué clase de origen y desempeño caracterizaban, por sólo citar un caso, al Partido del Trabajo (PT). Amnésico, porque me imaginaba lo que hubiera decidido Adolfo Christlieb Ibarrola en relación con una alianza con el PPS o el PARM. Peligroso, porque evocaba lo que me habían hecho saber los panistas de Durango en relación con el PT y su peculiar forma de hacer campañas electorales en aquella entidad federativa.

La "alianza" implicaba ser iluso, hacerse el desmemoriado o jugar al tonto, para dar a ésa y a otras etiquetas un rango y una calidad política y moral de los que obviamente carecen. Por eso, cuando el recién elegido presidente del PAN, Luis Felipe Bravo Mena, echó a andar una serie de visitas a tantas casas del desprestigio político y electoral, pocos días después de iniciar su mandato, el gesto y la operación me parecieron lamentables. Luego vinieron las reuniones bilaterales para ver si es posible la alianza para el 2000. Más adelante, la comisión de los scouts (exploradores) panistas que ha consagrado sus juveniles energías a organizar excursiones, campamentos y fogatas en los soleados negroamarillos llanos del fraude electoral interno y la leche Betty, donde se alzan las tiendas en que vivaquean todos los refugiados, exiliados, depurados, tránsfugas o expelidos del país priísta, capitaneados —en tanto el Tatita así lo quiera— por don Pablo El Interino Gómez.

Tal vez hoy la ingenuidad panista —espero que no el oportunismo, la miopía o la fascinación por Los Pinos— ya haya sufrido su primera merma, y los scouts azulejos su primera sorpresa, pues parece que les vieron cara de lobatos. Resulta que el inefable PT —el Tatita le había decretado acta de nacimiento, cara, faltriqueras y fidelidades salinistas, como recordará cualquier lector informado— decidió hacer al junior michoacano su candidato presidencial. Y éste fue a que sus salinistas de ayer le alzaran las manos con que detuvo y firmó el papel para cederle a doña Amalia un retazo de playa en el Pacífico. Así que, por un lado, los petinos dejaron colgados de la brocha a sus interlocutores blanquiazules y, por el otro, el Eréndiro mayor se pasó por el arco del triunfo al Interino Gómez y a los expedicionarios del PAN en un solo y madrugador pase de magia.

Don Porfirio Muñoz Ledo —el menos obtuso de los histriones en escena— captó de inmediato dos cosas: que el Tatita dio una vez más piadosa sepultura a los estatutos del PRD y que la jugada mañanera de su mellizo rival muestra cuán poco seria y confiable es la cacareada intención perredista de establecer una alianza con el PAN. En realidad, lo que anda promoviendo el PRD es un espectáculo proaliancista que, en su acto final, exhiba al PAN como adversario de tal alianza, antidemocrático, aliado del gobierno, similares y conexos. Ya es previsible que al coro de los denuestos se incorporará el PT, cuya vocación y cuyo destino es patrocinarle campañas a Cecilia Soto —procedente del PARM, otro clon del tricolor— para quitarle votos al PRD (versión 1994), o uncirse a la yunta cuauhtemista para restárselos al PAN (versión 2000). El que nace para drenaje no pasa del agujero. No importa si arriba tiene al PRI o al PRD: lo importante para el PT es no perder la mesada del IFE. Hasta en esto el PRD es repetición del PRI: asegura financiamiento público a los membretes que se le pegan.

Es de suponerse que directivos y scouts panistas estén haciendo las cuentas de su candorosa trashumancia. Y que hubiesen llegado, al menos, a la hipótesis de que están sentándose a mesas en las que las cartas azules llegan envueltas en paquete nuevo, en tanto que las demás portan marcas de tahúr viejo. O que comiencen a recordar la moraleja con que termina el añejo verso que narra la desgracia de los roedores ilusos que murieron por apostar a la amistad de los felinos:

Así acaban ¡oh niño! en ocasiones

amistades de gatos y ratones,

y debes evitar desde hoy en día

cualquier peligrosa compañía.

O la no menos ilustrativa lección de otro verso para infantes:

A un panal de rica miel

diez mil moscas acudieron

y por golosas murieron

presas de patas en él.

Carlos Castillo Peraza

 

 

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